Marisela Salazar D’Arnott, nació el 10 de abril del 1966, en Ciudad Guayana, Venezuela. Es médico Cardiólogo en ejercicio. Cursó estudios de Filosofía, disciplina en la que se doctoró, y proyecta realizar una maestría en Literatura.
POÉTICA: Encuentro en la poesía de Marisela Salazar D’Arnott un rigor casi científico en la búsqueda de la expresión correcta, que a su vez indaga en la belleza para aprehenderla y manifestarla en sus versos. No se permite, en su poesía, la debilidad de una frase ya dicha, ni el lugar común, al contrario, podemos percibir trasgresión y valentía en sus temas. Yo encuentro un saber de lo abstracto, un gusto por lo conceptual en sus versos que no dejan de preguntarse sobre las inquietudes del hombre que se sitúa inquisitivo en medio del cosmos y abre sus sentimientos a la verdad y a las esencias que la constituyen. Desde lo sencillo a lo cósmico, Marisela Salazar nos abre su decir. (José Luis J. Villena)
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Desvaríos del recuerdo
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¿Cómo cultivar en un jardín errático
si van extraviados nuestros pasos
por caminos donde fluye la luz
lánguidamente?

Por eso, ahora,
en el tiempo de los ocasos grises,
me reservo para la memoria
laberintos claros; y huyo
detrás de sus luces
olvidando a mi sombra confundida
por el eco de las voces vanas
que con sus vacíos arrastran las dichas
contradiciendo a los recuerdos.

Sólo nos salvan las añoranzas,
para traer frente a nuestros ojos
las cosas de los hombres
que jamás nos mentirían.
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Descriptivo
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Eres ese que me mira
como espuma terca quedándose
en la arena de mi mar.

Eres quien calma mi sed
cuando el viento me seca la voz
y humedeces mis labios
unidos a los tuyos.

Eres luna llena,
luna que me desvela al difuminar su halo
guiando mis pasos hasta llegar a ti.

Eres el movimiento de la noche
y danzamos con los secretos de las luces
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Ya despierta, te digo
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Esta mañana
tan sólo quería ver
los haces de luces
jugando con el zumo en el vaso.

Mas mis pensamientos y mirada
se desviaban al fondo oscuro de tus ojos
mientras me mirabas y me hablabas
una y otra vez.

Sin escucharte,
sólo contemplaba cómo se desvaía
el reflejo de mi figura
en el espejo de tus pupilas.
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Sequía
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No cayeron más lluvias
y, día a día, brillaba el cielo
con un fresco y cruel resplandor.

Mis ojos miraban la tierra desierta
sin ver una nube.

Por las noches, las estrellas se destacaban
en el cielo impoluto
con una serenidad perversa.

Así la siembra cesó de crecer,
empezó a amarillear y disminuir
hasta ser una cosecha estéril,
una más,
de mis tiempos de sequía.
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Como nube

Cuando la hierba verdeó, fue la tierra mi bálsamo, llegó el verano suave y me cubrió con su aire cálido sintiéndome envuelta por su manto de sosiego. Mas ese día, vino del Sur una nubecilla ligera flotando en el horizonte, parecía niebla tenue sin vagar como las nubes que se dejan mover por el viento. Permaneció inmóvil, abriéndose en el aire como un abanico cubriendo mi rostro; sentí bajo su sombra que retornaban los grises pensamientos que presagian las calamidades... Debo esperar, sí, debo esperar a que caigan las lluvias para despejar el cielo plantado en mi memoria.
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