Juan José Alcolea (Badajoz, Socuéllamos, 1946) fue Profesor Mercantil y Licenciado en Geografía e Historia, ahora es o quiere ser poeta y agavillador de poetas, por eso es miembro activo de Verbo Azul y codirige su revista La hoja azul en blanco. Colaborador de numerosas revistas y páginas Web relacionadas con la literatura, ha publicado Dejadme mi libertad (Barbastro, 1998), Cerco de sombras (Verbo Azul, 2004), Sin más demora (Ediciones Vitrubio, 2004), Pues fui de llama amor: estas cenizas (Bujalance, 2005) y Paisajes para un atardecer (La Laguna, 2006).
POÉTICA: Como toda pasión encontrada en edad madura, el deslumbramiento de la poesía ha supuesto una ruptura y un importante giro en su proyecto vital. La búsqueda del tiempo perdido y de la propia validez, la nostalgia de las palabras nunca dichas, de los sentimientos jamás verbalizados, el imposible afán de no perder el contacto con los ya ausentes, junto al inmenso gozo de sentirse coparticipe en la Creación, aunque sólo sea de la efímera arquitectura de un poema pueden servir, o no, para conformar una posible poética. Todo ello adobado por una especial mística de la musicalidad y una visión panteísta de la naturaleza.
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ESTÁN LLOVIENDO MARIPOSAS MUERTAS
por un otoño de árboles inmenso
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxLa levedad alcanza cotas imposibles
y la nostalgia adorna el alma de recuerdos
xxxxxxxxxxxxTodas las memorias se agrupan convergentes
y sopla irreverente por el alma el viento cierzo
xxxxxxxxxxxxxMas pasará este tiempo dorado de angostura
y pasará la luna frígida de invierno
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy en las abiertas colinas de la aurora
para otro sueño
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxel sol de marzo nacerá de nuevo
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Umbral


La muerte es latitud de amaneceres imposibles,
paralelos tan al Norte, que una noche y un silencio
se acuestan para despertar ingenuamente nunca.
La muerte es adecuación de latido, sueño y piedra;
consumación alcanzada de un insaciable proyecto que es el tiempo,
de un tacto exasperado de impaciencias que es la vida.
La muerte es un trayecto amojonado de luz y de distancia,
de siembra y de cosecha , de espera atenazante y de codicia.
La muerte es el final para un principio apenas imprevisto,
la puerta y el umbral donde se acaba el hálito del yo para sumarse
al viento de un Total desmesurado, al ámbito esencial de un absoluto
perennemente ajado ya del tiempo.
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El fauno y el corazón


Van buscando otras citas mi nombre por férvidos labios
y me engarzan cual hebras de sombra con pálidos velos
y en el agua que bebe su imagen la boca del fauno
mil cristales las ondas destapan con túrbidos dedos.
Halla el hambre a su vieja garganta los goznes ajados
y en callados zaguanes marchita sus flores el sueño
y aunque quiere que atrape la vida de hiedra sus brazos
sólo puede libar por sus ojos belleza en silencio.
¡Pobre fauno que mira la tenues ondinas bañando
su desnudo fugaz de amaranto por mórbidos cuerpos
y no puede con tactos de lluvia su caña tocarlos
ni robar su blancura inocente con cápridos besos!
Alza el fauno su oscura mirada y se vuelve despacio
y una mueca de rabia cansada le crece por dentro,
y, dejando su huella marcada en el molde del barro,
se me viene muy lento y, hastiado, se mete en mi pecho.
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¿Poética?
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Estoy queriendo escribirme
pero no comprendo ni por qué ni cuándo
nació esta absurda idea en mis bolsillos.
Estoy queriendo escribirme
desde la vieja luna de un armario
y el corredor sin fondo de una alberca.
Desde el cristal del ojo de una abeja
que está brujuleando entre las flores,
desde una blusa vieja de mi madre
que está maullando rota en una silla
y no puede calzar sus mangas muertas
estoy queriendo escribirme.
Estoy queriendo escribirme
desde el bocado de Eva a la manzana,
desde la absorta cara del gusano
que el Libro confundió con la serpiente.
Desde el lobo feroz que a Blanca Nieves
del sueño despertó con siete leguas,
desde el gato con guantes de boxeo
y el ogro que acabó como poeta.
Estoy queriendo escribirme
aún a pesar de todas las edades,
aún al trasluz de todos las espejos
y el antifaz de todas las derrotas.
Aún así, estoy queriendo escribirme;
matraz del vino en posos que contengo,
rumor que en las aceñas aún molturo,
estoy queriendo a muerte aquí escribirme.
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Ebria oscuridad
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Está toda la mar puesta de bruces
buscándote en los labios su otro abismo
y un techo de plumón arropa el aire
mintiéndole mortajas a la luna.

Toda la oscuridad bebe en silencio
los últimos paisajes que le ciegan
las bocas entornadas a la noche,
y en un jirón abierto de tu nombre
cuelgan su luz las últimas gaviotas
como un fanal despierto a cualquier duda
que pueda intoxicar mi borrachera.

Tal vez pudiera ser todo mentira
y no bebí jamás sed de tus besos;
ahora ya es igual:
todos los barcos
conducen a tu puerto mi derrota.

En un salón que antaño fuera olvido,
y en los brazos de un arpa ya sin cuerdas,
si vuelves, hallarás mis cartularios
y tu pecho escanciado en mil poemas.
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En Socuéllamos, a 16 de mayo de 2008,
están las golondrinas agrietando
las hebras de la luz con sus corcheas
y el tiempo se ha posado entre las manos
abiertas de mi padre mientras duerme.
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