Paloma Fernández Gomá nace en Madrid en el año 1953 y reside en Algeciras desde el año 1969. Ha publicado El ocaso del girasol (1991), Calendas (1993), Sonata Floral (1999), Senderos de Sirio (1999), Paisajes íntimos (2000), Umbral de vigilias (2000), Cáliz amaranto (2005) y Ángeles del desiero (2007). Su obra está recogida en distintas antologías y ha sido traducida al mallorquín, árabe, inglés e italiano.
Fundó y dirige la revista cultural de ámbito internacional Tres orillas, que edita y patrocina la A.M.P. Victoria Kent de Algeciras.
Es miembro de honor de la AEMLE ( Asociación de Escritores Marroquíes en Lengua Española ), asesora literaria del Instituto Transfronterizo del Estrecho de Gibraltar, y forma parte de la junta directiva de la Asociación de Críticos Literarios y Escritores de Andalucía, así como de la AMP Victoria Kent de Algeciras. Delegada por la provincia de la Cádiz de la ACE en Andalucía, también pertenece a la Asociación Mujeres y Letras, de Barcelona, al Instituto de Estudios Campogibraltareños y a la Fundación Al-Idrisi de cooperación hispano marroquí. Coordinó el libro Arribar a la Bahía, encuentro de poetas en el 2000. Tiene publicados relatos y poemas en suplementos y revistas literarias.
POÉTICA: Paloma Fernández Gomá muestra un inusual respeto por las culturas próximas al Mediterráneo que, con saña sufren las desigualdades de un mundo inarmónico. La catarsis interior que impulsa a la autora no es una mera impostura, trasparece en sus libros como un cuño, como un sello de identidad. En definitiva lo que mueve a nuestra poeta en este proceso de reconstrucción literaria es el deseo de despertar esa innata capacidad del ser humano de renacer de sus cenizas, ese denuedo para conquistar lo inconquistable, ese ansia no domada de amor con mayúsculas que a veces dejamos que se apague, cuando en el fondo todos sabemos que sólo el eco eterno del amor posibilita la vida y extrae del más profundo surco el surco de la existencia.
(Manuel Gahete)

Pegaso negro
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Esta senda de ceniza habitada
por cimarrones que ostentan crines de silencio
se ensancha hacia el mar,
abriendo insólitos cauces, en torno
a un eco incierto que habría de propagarse.

Después llegaron las horas del magma,
el jadeo de los ausentes,
el sueño petrificado en las laderas
y el alféizar siendo penetrado
por el pegaso negro,
que sólo transita el ritmo pausado de las hojas
y se adentra en el hogar bajando el laberinto,
para depositar su relincho
sobre el tálamo de los cuentos.

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Osado caballero
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En el ademán que determina
la triste figura de quien vistió coraza
y lanza en ristre con bacinete calado,
cruzó el páramo;
ciñéndose tras sí
todo un horizonte
cuajado de madura escarcha,
nutriendo historias trasnochas de mares de sal,
de ojos que profundizan
el rigor de la noche
y ocultan las faz de gigantes,
arremetiendo contra la lluvia.
Queda el espolón oxidado,
en el arrecife hundida la barca
y detrás de las páginas en blanco
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Amaranto
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Ajeno al devenir de las olas
no se detiene ante el tiempo,
declama en soledad su eterno deambular;
siempre atento a la materia, que hostil
a su paso, se lamenta .
La herida es dilatada, habitáculo de hojas alrededor
Del otoño.

El amaranto no sucumbirá a la embestida de graznidos;
el eco del monte profetizó que habita
un latido atemporal
en el numen de los frutos,
aún por florecer.
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xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx(De Cáliz amaranto, 2005)
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Marina
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Llegaría la savia del agua
a punzar el margen de la orilla,
prestando su eterna apariencia
de paisaje marino
que resbala sobre la acuarela
añorando una infancia añeja
de acordes sin memoria.

El pasado vuelve, recordando
otros momentos en las horas de la arena.
Ocres pinceladas de un mar sin riberas
palidece ante la memoria.
Carámbanos y volutas depositarios de olvido
tiñen el gris de un tiempo atrapado
que no ha de volver.
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xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx(De Ángeles del desierto, 2007)
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Ángeles
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La sola voz del ángel azul
germinó el réquiem
que hubo de quedar tapizando
el hueco de la luz.

Y una esfera de arabescos delimitó
la realidad de algunos iniciados
que hubieron de auspiciar
la profecía
en los pasos que preceden
a la hora del declive.

Acaso hubo un néctar imposible
adherido a la cerne
para mostrar la luminaria de los espejos
que desafía el cerco del agua
o la médula del tiempo,
anclada junto a lagunas extensas
donde se rinden la venas
y pulula la nave del céfiro
en el júbilo del retorno.
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xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx(De Ángeles del desierto, 2007)

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