Norma Segades–Manias, nacida en la ciudad de Santa Fe, Argentina, el 5 de junio de 1945, es autora de: Más allá de las máscaras (1989), El vuelo inhabitado (1990), Habitantes del paisaje, capítulo Mi voz a la deriva (1990/1991), Tiempo de duendes (1991), El amor sin mordazas (1992/1994/ 2004), Crónica de las huellas (2000/ 2004), Un muelle en la nostalgia (2001), A espaldas del silencio (2002), Desde otras voces (2004-2005), La memoria encendida (2004), Pese a todo (Formato CD año 2004) y de los libros inéditos A solas con la sombra, Bitácora del viento, Historias para Tiago y Ellas.
Parte de su obra ha obtenido numerosas distinciones entre las cuales podemos citar el Primer Premio y Mención de Honor Certamen Provincial Alfonsina Storni (1988), Segundo Premio Nacional Certamen Plaza de los Poetas “José Pedroni” (1989), Premio Edición Certamen Regional Rosalina Fernández de Peiroten (1990), Premio Edición Certamen Internacional Villa de Martorell, Barcelona, España (1992), e integra las antologías Como ángeles en llamas, algunas voces latinoamericanas del siglo XX (2004) y Los ángeles también cantan, setenta poetas latinoamericanos (2005), editadas por la Casa del Poeta Peruano con el auspicio de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega.
En 1999 la Fundación Reconocimiento, inspirada en la trayectoria de la Dra. Alicia Moreau de Justo, le otorgó diploma y medalla nombrándola Alicia por su actitud de vida y el Instituto Argentino de la Excelencia (IADE) le hizo entrega del Premio Nacional a la Excelencia Humana por su meritorio aporte a la cultura; y en 2005, el Honorable Concejo Municipal de la ciudad de Santa Fe la distinguió con el nombramiento de Santafesina Destacada por su talentoso y valioso aporte al arte literario y periodismo cultural.
Ha actuado como jurado en certámenes nacionales e internacionales, fue presidenta de la Asociación Santafesina de Escritores durante los períodos 1997/1999 y 1999/2001, co-directora de Gaceta Literaria de Santa Fe en su estructura impresa (1997/2007). Desde 2004 se desempeña como directora de la revista cultural Gaceta Literaria Virtual; de la Editorial Alebrijes y fundadora-coordinadora del Movimiento Internacional de Escritoras “Los puños de la paloma”.

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La escritora


xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx... porque hasta el último hálito de vida
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxvoy a aferrarme a la conciencia.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxLeticia Ricárdez (México)

La voz estalla en huecos de conciencia
con un gesto de espiga reclamándole al siglo sus silencios culpables.
La voz se eleva triste, sin ritmo de panfleto admonitorio
ni cadencia de muerte multiplicando coágulos
ni palabras convulsas.
La voz busca engendrarse
con semen de fogatas pulsando en la vigilia,
en el cántaro azul de una esperanza ejercida a mansalva.
La voz quiere ser clara como el agua en la lluvia o la luz en la aurora.
La voz quiere ser largamente pura.

Pero ella no suscribe al disimulo,
renuncia a los secretos, abdica a los disfraces, reniega de mordazas.
Entonces ya no puede consentir los dolores encrespados,
admitir los vendajes que ciegan las pupilas,
omitir la denuncia.
Entonces se apasiona,
entonces se derrama como un bálsamo tibio
entre todas las llagas rigurosas, entre todo el agravio,
entre todos los odios que invaden la intemperie cuando la vida exhibe
sus colmillos de eclipses y penumbras,

inventa algunas treguas tutelares,
alguna fe propicia que le encienda horizontes a pesar del espanto,
algún síntoma breve de escasas indulgencias malheridas,
un resto de plegaria agazapada
que funde otra liturgia...
Pero en el fondo sabe
que algo viene creciendo a través de la pena
que, más allá de la quietud del viento, el hambre anda en jaurías,
que tiene el corazón de pie en las coordenadas del más hondo cansancio,
que tiene el corazón sobre la furia.
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©Libro editado: De Desde otras voces
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Colmillos al acecho


.............................. ...el hombre es el único animal que mata por deporte...
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Cuando perfila vértices el llanto en úteros noctívagos de luna,
soledades de musgos ateridos sofocan el sonido de los pasos...
y manadas de hienas tenebrosas observan
con codicia
la inocencia
extraviada en las pieles del cansancio.
No gime el viento su advertencia oscura ni quebranta pupilas el follaje
y desde madrigueras desvalidas
inquietudes de vísceras insomnes olfatean distancias y presagios.
El peligro está aquí,
lo sabe el miedo,
lo desnuda el instinto desgreñado.
Es un reptar de escamas,
un crujido amotinando sombras y relámpagos.
Por latitudes de estertores ciegos,
con sus hordas de muertes implacables,
anda el hijo del hombre,
amo del tiempo,
señor de los colmillos emboscados.
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©Libro inédito:
De A solas con la sombra
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Malintzín
Canto de sombra por la princesa Malintzín que traicionó a su raza a cambio de un puñado de caricias
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Malintzín
la traidora
piel de lunas bravías degradada por hordas de besos extranjeros
cabalga junto al viento desciñendo
salvaje
su larga cabellera de demencias prolijas
mientras la noche cae sobre el agua esmeralda sobre espectros de sauces sobre piedras hostiles.
Mientras cae la noche sobre dulces nopales sobre templos sin fuego
y sueña Moctezuma presintiendo los sordos pasos del exterminio
y México es la madre la tierra dolorosa que teme gime llora
que cobija con furia la ansiedad de los hombres temblando en sus raíces.
Malintzín
la traidora
sucia de amores sucios
establece en el tiempo su amor sin horizontes
su trágico destino de repudio encrespado
esboza en la distancia perfiles de patíbulos junto al lecho culpable
funda los precipicios donde el odio despeña la unidad de su estirpe.
Capturada en la urdimbre de jadeos exhaustos de caricias violentas de miradas impuras
permite a la serpiente penetrar sus misterios con vértigo de estambres
y niega los indicios
y oculta que los dioses son un fraude muriente aferrado al encono a resecas matrices a insomnios impiadosos a miedos desbocados
a oscuras pesadillas donde abordan navíos para huir de la peste de miserias y hambrunas de gusanos feroces devorando intestinos
de la amarga pobreza que olfatea sus huellas con los belfos tenaces de tenaces mastines.
Su pecado es amarlo
su imprudencia es amarlo más allá del presagio que ultraja filiaciones de pájaros silvestres
su condena es seguirlo como una loba en celo sin preguntas ni treguas
porque ella es una pena
un gesto apasionado repetido en el viento que agosta los jazmines.
Malintzín
la traidora la infiel la renegada
la que entregó en Tabasco su nombre y su vergüenza
la que arrojó al silencio su sangre en rebeldía su dignidad hirsuta su castidad de espino
alzando silabarios de lenguas amarillas
desnuda
deshonrada
cabalga entre los buitres.
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©Libro inédito:
De Bitácora del viento
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Acerca de los sueños
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El señor de los pájaros fue el primero de todos sus hermanos en transformar la soledad en música.
Nació predestinado a largas cabelleras,
tristezas de magnolias derivando en los cauces de la sangre
y esas ciertas sonrisas que no alcanzan para encender los ojos.
En sus días,
las ramas de los nísperos, de los olivos y los limoneros
capturaban canciones y poemas bajo el silencio azul de las escarchas.
Era hijo del viento y de la reina de las mariposas.
De su padre heredó las levedades,
el idioma de ciertos semilunios,
las fragancias
y los desmesurados torbellinos.
De su madre los vuelos,
nostálgicos, tenaces, minuciosos, translúcidos,
los universos verdes.
Creció en medio del huerto y engendró la esperanza en tiempos en que pocos recordaban el destino final de los senderos
y algunos talismanes ya habían abdicado a deshacer hechizos
y los dioses de las vegetaciones traicionaban los pactos.
Con sus uñas de plata desarraigaba voces que insistían en aferrarse al alma del crepúsculo
y se obstinaba en desceñir cadencias en el ritmo preciso,
en la exacta bravura con que la noche,
siempre acantilada,
interceptaba el pulso de la tarde.
El señor de los pájaros establecía sus insurrecciones
en esas latitudes donde se santiguaban las glicinas y desovaban lunas los relojes,
entre caparazones de tortugas heridas por el rayo de la muerte.
Durante interminables desconfianzas las sombras intentaron extirparle los sueños.
Durante largos miedos ocultó las heridas,
esas llagas que olían a cadáver o a lágrima o a niebla.
Durante dudas y fugacidades regresó sin abrazos por el camino de los tulipanes.
Hasta que en las riberas del otoño,
una begonia con un ala rota atrapó su mirada
y se reconocieron.
A su boda asistieron sólo las mariposas.
El viento ya no estaba.
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©Libro inédito:
De Historias para Tiago
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Dolores Ibárruri
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Nacida en Gallarta, Vizcaya, importante centro minero, a temprana edad se suma a los movimientos obreros que defendían los derechos de los trabajadores, ideales que no abandona hasta su muerte. Vestida siempre de negro, Pasionaria fue una verdadera adicta a la lectura que así afirmó su vocación política, encauzándola a través del peridismo de partido. Tuvo seis hijos, de los cuales le sobrevive sólo una mujer. Puesta a elegir, sacrificó sus ideales políticos a su vida sentimental. Murió en Madrid, en el transcurso del año 1989. Tenía 94 años. Madrid – España (1989)
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He venido muriendo casi un siglo.
Tantas muertes he muerto
que esta muerte me encontrará más viva que ninguna.
Me encontrará
buscando entre las ruinas
lo que ha quedado en pie de aquellos sueños.
He sepultado cinco de mis hijos.
Cinco veces he muerto.
Cinco veces.
Cargo este luto hecho a la medida de todas las infamias,
los olvidos,
las ausencias que lloro en los inviernos.
He defendido a un pueblo fatigado surgiendo de las minas,
de las fábricas,
desde los codiciosos latifundios.
Un pueblo que se aferra a la esperanza en medio de un oscuro desaliento.
He abrigado su sólida impotencia,
el dolor visceral de un hambre sólida,
sus carencias,
sus fiebres,
sus sudores,
sus revueltas obreras sofocadas por la furia impiadosa del ejército.
He abjurado de toda cobardía,
toda falta pasada o venidera que me aleje un instante de la lucha.
Soy Dolores Ibárruri,
la vasca,
la que anduvo las sendas del destierro.
Soy madre,
soy mujer,
soy militante.
Mi coraje establece barricadas contra la sumisión,
contra la entrega,
contra la mansedumbre empobrecida que se nutre en las médulas del miedo.
He nacido del fondo de esta tierra,
austera como encinas
y castaños
y madroños robusteciendo hogueras,
férrea como sus férreos minerales y su oleaje cantábrico en el viento.
Soy Dolores Ibárruri,
la vasca.
He venido muriendo casi un siglo.
Una centuria de despojamientos hasta llegar aquí,
sola,
vacía,
en la impecable orilla del silencio.
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©Libro inédito:
De Ellas

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